
La bancarrota está en la agenda de General Motors. La automovilística norteamericana quizá no supere la crisis y está presionando al Congreso de los Estados Unidos para que se pueda llevar a cabo una propuesta de préstamo de 25.000 millones de dólares que intentaría salvar al sector en la primera potencia del mundo. No sería positivo para la firma ni para el Gobierno saliente de Bush y entrante de Obama que GM se desprendiese de decenas de miles de puestos de trabajo a lo largo y lo ancho de los Estados Unidos. El presidente del Consejo de Administración de la empresa, Rick Wagoner, se reunió con la Junta Directiva a lo largo de la pasada semana y propusieron la posibilidad de acogerse a la ley de bancarrota ante la falta de liquidez que presenta la legendaria empresa de automoción. El recurso a una parte del paquete de medidas de Bush para salvar al sector financiero aprobado el mes pasado de 700.000 millones de dólares parece ser la única solución.
Wagoner intentó tranquilizar a los consumidores y a los proveedores añadiendo que no la considera una opción viable para que la empresa salga de la crisis. La declaración de la empresa en bancarrota supondría agravar la situación pues presumiblemente la adquisición de estos vehículos descendería considerablemente y los suministradores exigirían un pago temprano de las deudas contraídas. La prensa norteamericana, en especial el Wall Street Journal, hablan de posibles asesores independientes que en los últimos días han podido evaluar la situación.
El caso de General Motors no es exclusivo; de hecho otras grandes firmas como Ford y Chrysler también están sufriendo los vaivenes de la crisis y esperan ansiosos las ayudas gubernamentales para salvar su producción parcialmente y evitar el fin de ambos imprerios. El problema reside en la necesidad de justificar los pagos ante la Administración, asunto que no se tolera tan bien desde la dirección de las empresas.
En el caso de GM, para reducir sus gastos operacionales reducirá la producción y la plantilla en 16.000 trabajadores. Incluso una de sus factorías en Canadá tendrá que cerrar. Los gastos innecesarios a cargo de la empresa, como los aviones privados fletados por sus ejecutivos para sus viajes de negocios, se están reduciendo progresivamente. Cuatro de los siete aparatos ya no están al servicio de los propietarios de la firma automovilística.
General Motors, pese a ello, sigue siendo un gigante. Cuenta con 7.000 distribuidores en Estados Unidos y su cuota de mercado alcanza el 20%, algo por encima de Toyota en el país norteamericano.
Esta crisis también afecta a su planta en Zaragoza. Los sindicatos, en este caso, optaron por llevar a cabo un Expediente de Regulación de Empleo por días en su convenio colectivo que permita que la reducción del 20% de la producción no afecte a demasiadas familias. En este caso, la empresa dispondría de los días acordados para distribuirlos durante los meses por los que estuviera aprobado el ERE. Así, los trabajadores podrían recibir la prestación por desempleo en cada jornada que no trabajaran.
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